Las Pelotas

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Él lanzaba su avión mientras el amigo le gritaba desde lejos, “no lo tires muy alto porque si llega hasta el sol se quema“. - historia real

Vélez Blanco, España

Siempre creí que atrapar objetos en el aire era una tarea imposible para mí. De niña solía ser la última seleccionada en los equipos de cualquier deporte que involucrara una pelota. El miedo a no ser elegida, y mi incapacidad para atrapar, generaron una profecía autocumplida. Pasé mi infancia y adultez siendo incapaz de agarrar cualquier objeto que fuera lanzado por los aires hacia mis manos. Si te pasa algo similar (o le pasa a alguien cercano), no te preocupes: hay esperanza.

Hace un tiempo ya que me sorprendo a mí misma atrapando con precisión las pelotas que me tiran mis sobrinos. Quizás para algunos de ustedes no sea una gran hazaña, pero considerando lo que acabo de contar, ¡para mí es increíble! 

¿Cómo pasó?

Dice Tim Gallwey, en su libro “El juego interior del tenis”:

"En mis momentos óptimos de juego, no intentaba controlar mis tiros con instrucciones y evaluaciones constantes. Era un proceso mucho más simple que eso. Veía la pelota claramente, elegía dónde quería golpear y permitía que sucediera. Sorprendentemente, los tiros eran más precisos cuando no intentaba controlarlos…. El diálogo interno crítico generaba un estado mental muy diferente al foco tranquilo experimentado por los mejores atletas." 

El “juego interior” al que se refiere el libro es el que ocurre en la mente del jugador. El texto enseña a sortear obstáculos que surgen de hábitos perjudiciales como la falta de concentración, los nervios, las dudas y los juicios. Afirma que tenemos un “Yo 1” y un “Yo 2”. 

“Yo 1” es la voz en nuestra mente que quiere controlar la experiencia y decirnos cómo hacer las cosas, juzgándolas una vez que están hechas. En general es bastante exigente e intolerante. A veces me dice cosas como “sos horrible”, “hoy nada está funcionando” y otras bellezas de ese estilo. Por otro lado, “Yo 2” es quién en lugar de hacer que las cosas sucedan, lo permite. Una mente relajada y un cuerpo receptivo logran una mejor coordinación: tienen en cuenta el espacio alrededor, la velocidad del objeto volador y otras variables, y llevan tu mano a donde debe estar para conseguir atraparlo.  

Entiendo que “Yo 1” tiene buenas intenciones, y quiere lo mejor para mí, pero, ahora que lo conozco más, ya no deseo escucharlo tanto. Lo que quiero es que cada uno me pueda guiar cuando sea apropiado, sin que “Yo 1” interfiera con las actividades que “Yo 2” sabe hacer perfectamente bien. Estas dos partes suelen estar en conflicto, luchando por el poder, cuando en realidad sería lindo que cooperaran, ya que ambas contribuyen a la riqueza de la experiencia. 

La clave para mejorar en atrapar pelotas, o en cualquier otra habilidad, radica en ajustar la relación entre la manera en que habla el “Yo 1” y las capacidades naturales de “Yo 2”. Pero, ¿Cómo se hace? Aprendiendo a enfocar la atención en algo simple. Eso ayuda al cerebro a recibir la información que necesita y quita las interferencias, para que el “Yo 2” pueda emerger. 

Ese “algo simple” al que me refiero, significa estar consciente del momento presente, sin juzgarlo. Estar acá y ahora es algo que hay que practicar porque a la mente le encanta ir al pasado a repasar errores, o al futuro a buscar miedos. Llegar a la presencia, en mi caso, ha sido posible gracias a la Técnica Alexander porque siempre tuve grandes dificultades para meditar.

El cambio radical en mi habilidad finalmente se dio porque practiqué mucho para dejar de juzgarme, de controlar mi experiencia, y de preocuparme demasiado por los resultados. Esto fue lo que creó las condiciones para atrapar pelotas cada vez que me las lanzan.

Pero quiero aclarar algo más. Cuando digo dejar de juzgarme, no me refiero a ignorar lo que sale mal, sino a observar sin evaluar, adoptando una actitud investigadora, observando los hechos sin interpretarlos de inmediato: ser guiada por la curiosidad. Aprender habilidades fue importante en mi proceso, pero más valioso aún fue aprender a confiar en mí misma y a enfocar mi atención en el ahora, sin esfuerzo. 

Es hermoso pensar en el ser humano en constante evolución. Cuando nos enfrentamos a una semilla de un árbol no pensamos “qué patético intento de árbol”. Entendemos que cada momento de su proceso es valioso y sólo tenemos que crear las condiciones que necesita para desarrollarse y crecer. No hay una versión mejor que la anterior; sólo se trata de distintas manifestaciones.  

Siento que mi proceso con la Técnica Alexander me dio las condiciones de calma y seguridad para aceptarme a mí misma tal cual soy. Así, la confianza fue creciendo para que mi atención pudiera descansar, dejando de lado por fin la hipervigilancia y la anticipación, que eran en definitiva lo que me impedía atrapar pelotas. 

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